lunes, 22 de agosto de 2011

Fotografía tres: Antes de la huida



(La cámara gira 90 grados) 


Esa mirada, 
desarma. 

Es necesario darse cuenta: 
la intermitencia de la luz 
es permanente. 

El alfiz del alma escapa 
con los dientes por delante;
se va a sembrar atardeceres y certezas 
para los que quedan, 
para los que siguen. 

Es imposible enfocar 
el instante preciso antes de la huida. 

Los bordes se difuminan, 
los centros se testerean,
se vuelven camuflaje ante la vida...
se quedan quietos,
y al vacío que nos rodea, confunden. 

Y el vacío domina, 
por fortuna; 
la posibilidad de llenarnos. 

Los minaretes se encienden todos, 
nos muestran el recorrido: 
la circunferencia, 
el ciclo. 

Volvemos al principio, 
sin el disfraz, 
sin la máscara. 

Volvemos a ser capullo, 
mariposa, 
ala y viento, 
a las nueve de la noche. 

Tenemos todas las palabras 
en las plantas de los pies: 
descalzas. 

Esto nunca se termina. 


(El sonido del disparo)

Fotografía dos: A simple vista


(El movimiento del rollo) 


Una casa desfigurada 
en donde se puede ser feliz, 
por momentos, 
de repente. 

El espacio detrás de la puerta 
y su llave: 
las libélulas, 
los asteroides, 
el papel que ansía 
filigrana en castellano. 

Libros: 
trincheras de historias que conspiran. 

Mariposas violetas y agapandos 
nos arrullan los contrastes. 

Una terraza de luna,
para pasar la noche, 
donde ponerle nombre a las estrellas
para que nazcan. 

La escalera infinita, 
hacia adentro. 

Un lugar común: 
un par de ventanas 
para asomar las pasiones:
faros que nos guían, 
porque duele. 


(El enfoque del cuadro) 


Mi cuerpo, solo, 
con sus huesos y sus huecos
a simple vista. 

Una radiografía de mi paso por el tiempo 
se borda en mis pupilas. 


(El destello del flash)

domingo, 21 de agosto de 2011

Fotografía uno: Al borde



(El enfoque del cuadro)


En el origen:
los ícaros cuelgan de las nubes
y desafían al centro de la tierra. 

Tejo círculos con sus estelas bravas. 

El final de un camino 
trazado con las lágrimas verdes 
de unos árboles que observan.

Una gota de verano transparente:
tinta de guayaba,
pinceladas de hielo.

El sol metido entre mis pestañas, 
al borde. 

El lago.

Pienso y siento: 
el quehacer de unas manos
sobre el lienzo de mi piel floreada. 


(El disparo de la cámara)

domingo, 14 de agosto de 2011

Un simple cálculo físico-matemático

Es necesario tomar en cuenta que el mundo gira, inevitablemente. Nos movemos: todos al mismo tiempo, al mismo ritmo, a la misma velocidad constante. El vector de dirección es, entonces, clave para encontrarnos. Lo es también la aceleración de nuestros pasos sobre el suelo, la que aplicamos en proporción a nuestras ansias, a nuestros deseos de colisionar unos con otros, y mirarnos, y besarnos, y tocarnos para sabernos. Nuestras ganas de resquebrajar la relatividad y asirnos. 

La noche avanza, lo mismo que todas. Las estrellas cuelgan de los árboles, gracias a los efectos de la gravedad. La temperatura puede ser perfecta. Y es posible que no nos percatemos, pero sucede. La probabilidad de que ese día –a esa hora, en ese instante imperceptible dentro del maremágnum del tiempo–, en esa ciudad –en ese lugar, en ese punto específico de las dimensiones infinitas del espacio–, nuestros ojos se dijeran lo que se dijeron, es cercana a cero. Nos pegamos al eje de las equis como si viajáramos sobre una ecuación exponencial de papel, como amalgamas enamoradas. Y sucede. Jugamos a ser víctimas de una gráfica tremendamente pesimista. Somos valores perdidos que vagamos en el cosmos, variables necias, incógnitas mordaces que se escapan de sus líneas paralelas para coincidir en una sola coordenada. Rompemos los rangos, salimos de los parámetros establecidos y sentimos. 

Las implicaciones empíricas de esta serie de cálculos son inefables. Esto no pasa porque el mundo gira. El mundo gira porque esto sucede. El mundo gira porque la poesía es desafiante de las leyes físicas y nos desdobla, permite que varios cuerpos ocupemos el mismo espacio, al mismo tiempo; gira porque la poesía quiebra el igual, pone signos de interrogación a todas las fórmulas comprobadas. La poesía refuta aquello que nos limita: la energía o la materia no se crean ni se destruyen, sólo se transforman. Mentira.

jueves, 4 de agosto de 2011

Un día


Las cosas pasan. Así. Abrimos los ojos un día para encontrarnos bajo la lluvia. Empiezan a caer las gotas y abrimos los ojos. Llueve. Cerramos los ojos. Abrimos los ojos un día para encontrarnos solos. Hoy leí que la soledad nunca viaja sola. Viene la soledad, de cualquier forma, acompañada. Cerramos los ojos. Abrimos los ojos un día para sentir. Y sentimos. Entonces llueve y el sol nos pinta celosías en las ventanas. Se detienen las mariposas en el suelo. Nos miramos. Cerramos los ojos. Abrimos los ojos un día para descubrir que estamos vivos. Y duele. Y sabemos que es hermoso. Y estamos despiertos, sentimos, con los ojos abiertos, aunque estemos durmiendo.